domingo, 23 de mayo de 2010
La des-naturalización de la violencia
Hace algunos días, conversaba con una amiga reciente que había visitado Colombia hacia poco menos de tres años, y me decía, que le había sorprendido mucho que la “gente de allá”, estuviera tan naturalizada con la violencia, que ya cualquier asesinato o desaparición forzada, anunciada en los medios de comunicación, le parecía “normal”, como cosas que pasan “ordinariamente”. Además le sorprendía, de acuerdo a varios relatos que había escuchado, la ley del “tomar la justicia por su cuenta”, esto es, los actos de mayor intolerancia que se evidencian en las mismas peleas y disputas porque “me miró o me cayó mal”, o porque “le regó accidentalmente una gaseosa a mi novia”, o “porque se viste distinto a mi y piensa distinto a mi”, y en las esferas políticas, porque “estamos en oposición a las políticas gubernamentales”; como ya sabemos, esto ha generado, persecuciones, muertes, atentados, seguimientos, hostigamientos, polarización entre buenos y malos, sindicados de “terroristas”, y en fin, se convierte en una cultura, en una naturalización de la violencia. En ese sentido, en días pasados, un periódico de la capital, en su editorial se preguntaba ¿por qué nos matamos?, a propósito de las cifras altas de homicidios en el país. ¿Qué nos ha pasado? En qué hemos fallado para convertir a nuestra nación en un territorio donde nos “despedazamos unos a otros”, ¿que ha hecho el cristianismo, la Iglesia católica para promover o evitar estos imaginarios? Aunque si bien, vivimos en un tiempo de la teología desde las víctimas, aún queda mucho por hacer; aunque existan programas que lideran muchos de nuestros jerarcas de la Iglesia, y organizaciones no gubernamentales con inspiración cristiana, nos falta mucho para erradicar ese mal de la violencia general. ¿Qué debemos hacer?, ¿Cómo podemos generar cambios estructurales?, ¿cómo des-naturalizar la violencia? ¿Cómo hacerles caer en cuenta que la violencia no es algo “normal” en nuestras sociedades? ¿Qué aspectos de la teología deben promoverse en la academia y la catequesis? Estas preguntas urgen de respuestas concretas y viables, porque no es posible que, aunque se tengan éxitos políticos en algunos programas gubernamentales, y nos ufanemos de ser el “país del Sagrado corazón” o de ser la mayoría “católicos” “o ser uno de los países más felices”, igual, se percibe el ambiente de injustica social, de dolor, mentira, y, por supuesto, de no reparación a las víctimas. En un primer momento, considero viable una reforma a la educación colombiana, pero no cambios sustanciales, sino viscerales, estructurales, donde no simplemente se tenga el fin de la educación como capacitación técnica y del mercado, sino en preparar para “la vida”, para humanizar, para hacernos realmente humanos; una catequesis de la Iglesia que hable de la eternidad, pero desde las realidades terrenas, una fe más vivida y menos pensada, una teología con teólogos más comprometidos con los “aporoi”, los “anawin”, con los más desprotegidos de la sociedad, pues, sin testimonio no es posible una transformación de las realidades. Examínate como creyente, y has eco del texto sagrado, «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de mi parte? (…)». Is. 6 1-8
miércoles, 19 de mayo de 2010
Las grietas y de la casa II parte
Estamos presenciando una crisis sin precedentes en la historia contemporánea, dentro de la Iglesia Católica, por motivos claramente conocidos: la pedofilia o abuso sexual a menores, el homosexualismo, por algunos pastores de nuestra iglesia, además se fomenta el polémico debate sobre celibato y la ordenación de mujeres. Se ha dicho mucho al respecto, pero me centraré más bien, en la idea global de la “Iglesia en crisis”, pero “crisis” entendida como “una oportunidad de cambio”, porque si la Iglesia está en crisis, el mundo también lo está. Cambio no solo en la iglesia, sino en todos los estamentos sociales, cambios profundos en la política donde se sigue evidenciando la sevicia humana expresada en “El príncipe” de Maquiavelo, o las jugadas actuales de los asesores presidenciales siguiendo al maestro Joseph Fouché, asesor de Napoleón, o los miles de Rasputines en la política actual (aunque los políticos de desgarren las vestiduras diciendo que no es así) o en los casos de persecución y muerte a los grupos de oposición de los gobiernos; cambios profundos en la economía donde impera la cultura del “consumo, luego existo”; cambios en las crisis de los jóvenes, donde viven en el sinsentido y falta de rumbo en sus vidas, sin un verdadero modelo a quien seguir, pues hasta la misma Iglesia con sus inconsecuencias alejan a los jóvenes de sus vitalidades; Hay una crisis de la civilización, y la educación hace parte de esa crisis. Porque el modelo educativo que empezó con la creación de la escuela pública y los sistemas educativos se basa en los principios del capitalismo (producción-ganancia individual), que evidentemente solo produce hombres y mujeres que buscan sus intereses personales a la hora de aportarle a la sociedad. Ese es el efecto que vemos a diario en las noticias, atentados, violencia intrafamiliar, asesinatos, impunidad, intolerancia, indiferencia, corrupción, racismo en todas sus formas. Esos valores que normalmente se enseñan son predatorios, forman parte de una época en que no hablan sobre ninguna sensibilidad con el medio ambiente, y bajo esa realidad ¿qué podemos hacer?
Las respuestas y oportunidades
En ese sentido original y positivo de la “crisis”, nos damos cuenta y aceptamos que realmente se viven sufrimientos, no solamente por causas externas, sino como bien lo dice Benedicto XVI, “los sufrimientos vienen de la misma Iglesia, del pecado que se da en la misma Iglesia” y necesitan entonces, “purificación”, purificación en los planes de estudios de la vida sacerdotal, purificación en las prácticas rituales y visiones teológicas que asientan más el servicio en le poder y autoridad, purificaciones en los sentidos genuinos de la vida espiritual, en el seguimiento de Jesús. Esa purificación también demanda una reparación. Y parte de ella, como un imperativo categórico es la escucha y acompañamiento a las víctimas, pues, la reparación implica la justicia y la verdad.
Y en esa tarea, de la Iglesia institución, los creyentes debemos procurar el apoyo a nuestros pastores, en oración y permanente atención. Y por supuesto, un trabajo de mayor incidencia en los sufrimientos humanos, de acompañamiento para transformar esas realidades, testigos vivos como P. Alberto Hurtado, Maximiliano Kolbe, Luther King, Monseñor Romero, una vivencia de fe más auténtica, sin vivir de las apariencias que nos lleva a ser católicos de ritos y sacramentos, pero el corazón alejado de Dios, sin amor al prójimo. Esta es la tarea, esta es la hora primera, trabajemos!!!!
Las respuestas y oportunidades
En ese sentido original y positivo de la “crisis”, nos damos cuenta y aceptamos que realmente se viven sufrimientos, no solamente por causas externas, sino como bien lo dice Benedicto XVI, “los sufrimientos vienen de la misma Iglesia, del pecado que se da en la misma Iglesia” y necesitan entonces, “purificación”, purificación en los planes de estudios de la vida sacerdotal, purificación en las prácticas rituales y visiones teológicas que asientan más el servicio en le poder y autoridad, purificaciones en los sentidos genuinos de la vida espiritual, en el seguimiento de Jesús. Esa purificación también demanda una reparación. Y parte de ella, como un imperativo categórico es la escucha y acompañamiento a las víctimas, pues, la reparación implica la justicia y la verdad.
Y en esa tarea, de la Iglesia institución, los creyentes debemos procurar el apoyo a nuestros pastores, en oración y permanente atención. Y por supuesto, un trabajo de mayor incidencia en los sufrimientos humanos, de acompañamiento para transformar esas realidades, testigos vivos como P. Alberto Hurtado, Maximiliano Kolbe, Luther King, Monseñor Romero, una vivencia de fe más auténtica, sin vivir de las apariencias que nos lleva a ser católicos de ritos y sacramentos, pero el corazón alejado de Dios, sin amor al prójimo. Esta es la tarea, esta es la hora primera, trabajemos!!!!
martes, 18 de mayo de 2010
¿Por qué no reparan mi iglesia? Primera parte
Es conocida la historia de Francisco de Asís, cuando en tiempos de juventud, e inquieto por lograr fama y prestigio social, fue herido en una batalla y encarcelado. Allí examinó su vida y decidió cambiar. En uno de esos trabajos de ayuda al prójimo y caminando a cierta aldea, encontró una ermita semidestruida, y al entrar, vio un crucifijo y oró frente a el unos instantes, y dicen que en ese momento, escuchó una voz que le decía: “Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas”. Y claro, pensó que Dios era muy directo y muy claro para hablar e hizo lo que él interpretó: Arreglar esa ermita y muchas otras que estaban abandonadas a las orillas de los caminos. Así que como buen “cristiano”, de nobles intenciones, se puso como un maestro de obra, e invitó a varios más, para hacerle ese acto de caridad a Dios. Pero, sabemos que, ese no era el sentido con que hablaba Dios.
En ese momento (Siglo XIII) se vivía un florecimiento cultural y espiritual dejado en el siglo XII por varias órdenes conventuales; no obstante, permanecía una tensa calma religiosa e intrigas políticas, y donde lamentablemente el clero de Roma vivía como en Sodoma y Gomorra, esto hace arruinar la Iglesia. Ejemplos tales como, la costumbre de intromisión civil en asuntos eclesiásticos con sus consecuencias (ponían obispos a su capricho). y por otra la relajación moral de muchos de los religiosos así nombrados: el celibato solo para ocasiones especiales, uso común de compra y venta de bienes espirituales, y otras cuestiones que deslegitimaban el discurso moral de la Iglesia. Pero, como pasó en ese tiempo, y en otras crisis de la Iglesia, Dios nunca ha dejado solo a su rebaño. Dentro del mismo pueblo escoge a personas para redireccionar el barco que está a la deriva. Y es así que, Francisco y Domingo de Guzmán, emprenden una obra monumental dentro de la Iglesia que logra estabilizar y reestructurar la Iglesia que se estaba cayendo. Lo mismo pasó en el siglo XVI con la reforma protestante, es el tiempo donde surgen los grandes místicos de la Iglesia y vuelven nuevamente a reparar la Iglesia. Es tiempo de reparar nuestra iglesia, miremos la historia, volvamos a revitalizar lo que realmente es de Dios y pongámonos a trabajar……..
viernes, 14 de mayo de 2010
Bienvenida
Hola a todos y todas. De hoy en adelante, esté será un espacio para compartir algunas inquietudes que "conmocionan" mi vida como teólogo. Para empezar, explicaré brevemente lo que significan las palabras "Esplagnizo", "Conmoción". "Esplagnizo", es una palabra que está escásamente en el griego del Nuevo Testamento, y a decir de algunos exégetas, solamente se usa cuando Jesús observa al leproso(Mc. 1,41) o a la multitud (Mt. 14ss) y se "esplagniza". Es decir, a Jesús le pasa "algo" que mueve sus sentimientos y lo lanza a hacer algo. Ve la miseria humana y se "mueve" a actuar. En palabras del P. Baena " En el siglo II a.C. y en toda la literatura griega se usaba para referirse a los enfermos. El sustantivo "Solagma" es el sustantivo de cualquier vícera del estómago. Solagma es el corazón, los pulmones, el intestino, hígado, bazo, e inclusive el feto de la mujer embarazada; y esplagnizarse es sentir dolor ante una inflamación de esas partes del cuerpo. En otras palabras splagnizarse es sentir dolor físico ante el dolor humano ".
"Conmoción" según el diccionario de la RAE, significa, movimiento o perturbación violenta del ánimo, asombro, alteración, convulsión, sobrecogimiento, sacudida,disturbio, rebelión,terremoto, sismo, sacudida.
Estas palabras motivan escribir en este espacio. Como neófito en el mundo de los teólogos latinoamericanos espero recibir algunos comentarios como crítica constructiva y espacio para el debate y la opinión.
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