El debate moderno entre teología y política, es decir, la incidencia de la esfera religiosa en la esfera pública, ha tenido diversos matices que, al menos en la escuela filosófica habermasiana y en otros en otros cientistas políticos, reconocen el papel de la religión como una forma de "cohesionar" la sociedad, en medio de las fragmentaciones que causan los diversos malestares sociales; Así mismo, la teología ha revisado sus antagónicas relaciones con el mundo moderno, y ha dado nuevos giros que han permitido una fecundidad en el díalogo, revitalizando lo genuino de la tradición y la Sagrada Escritura.
Sin embargo, esta reflexión y puntos de acuerdo en la diversidad no ha calado en el "creyente de a pie" o en el cristiano inmerso en la esfera pública. Prueba de ello, son las constantes divisiones sociales que nos llevan a vivir en tensiones que se exasperan con brotes de violencia institucional y familiar. Más aún, ignoran el impacto que genera pertenecer a uno u otro partido político, pues, prima más la "pasión" por defender ideas, sin que se contraste esas prácticas con su opción de vida creyente.
Me refiero, por ejemplo, a aquellos creyentes que egresados de universidades confesionales, terminan legitimando una visión de mundo que genera exclusiones o justifican métodos violentos como una manera de lograr la "paz" o pacificar el país, generando, en si, nuevas formas de victimización. También me refiero a aquellos cristianos o cristianas, que militan en los partidos políticos y promueven sus ideas como un "fervor religioso", combinando estas dos pasiones de manera radical; en este sentido, es mucho más lamentable, porque, inducen a elevar la división, el odio y la polarización social, terminando afectando los procesos de reconciliación social que ciertos sectores de la sociedad promueven.
Por eso, me inquieta el papel y enfoque que tiene la catequesis, la educación religiosa escolar, la ética implementada en los planes de estudio, por el poco análisis crítico de los diferentes modelos de organización política y económica, pues, parece ser que no responden a las demandas sociales, ni mucho menos permea para una "transformación" de las prácticas de exclusión e invisibilidad social. De allí que, sea imperativo revisar, cuestionar, indagar por las formas, métodos y sobre todo, los contenidos que se imparten en los diferentes centros académicos sobre la postura frente a diversas corrientes de pensamiento social. E igualmente, revisar otros polos de reproducciòn cultural, sobre el tipo de visión religiosa que se pregona; No es justo, ni sano que aún en pleno siglo XXI, la religión, las instituciones permitan y faciliten modos de pacificación que se promovían hace milenios-ojo por ojo, diente por diente-. Si nos atrevemos a practicar la máxima del movimiento de la ilustración, "atrevete a pensar", no debería causar temores en lo público, ni mucho menos en la vida del creyente, pues, es precisamente allí, en la búsqueda de la Verdad, donde la humanidad ha tenido una luz para revitalizar su existencia y transformar el mundo.
"Ánimo, no tengas miedo", nos dice aquel que asumió y comprendió el misterio de lo humano inmerso en esas pasiones sociales; en el conocimiento de la Verdad y en la comprensión de la misión que tenemos cada uno en esta tierra es que podremos humanizar las estructuras y generar vida en abundancia. Esta es pues, la tarea, pero que debe "secularizarse", es decir, transformarlas en categorías que permitan un diálogo fecundo con el mundo laico, para iluminar los caminos que nos lleven a recrear en nuevas formas de práctica y visión, esas tensiones necesarias y contradictorias. Así pues, ¿por dónde empiezas tu vida? ¿Qué te mueve? ¿Tiene sentido participar activamente desde tu vida de fe en la esfera pública? ¿Das razón de tu fe?
Sin embargo, esta reflexión y puntos de acuerdo en la diversidad no ha calado en el "creyente de a pie" o en el cristiano inmerso en la esfera pública. Prueba de ello, son las constantes divisiones sociales que nos llevan a vivir en tensiones que se exasperan con brotes de violencia institucional y familiar. Más aún, ignoran el impacto que genera pertenecer a uno u otro partido político, pues, prima más la "pasión" por defender ideas, sin que se contraste esas prácticas con su opción de vida creyente.
Me refiero, por ejemplo, a aquellos creyentes que egresados de universidades confesionales, terminan legitimando una visión de mundo que genera exclusiones o justifican métodos violentos como una manera de lograr la "paz" o pacificar el país, generando, en si, nuevas formas de victimización. También me refiero a aquellos cristianos o cristianas, que militan en los partidos políticos y promueven sus ideas como un "fervor religioso", combinando estas dos pasiones de manera radical; en este sentido, es mucho más lamentable, porque, inducen a elevar la división, el odio y la polarización social, terminando afectando los procesos de reconciliación social que ciertos sectores de la sociedad promueven.
Por eso, me inquieta el papel y enfoque que tiene la catequesis, la educación religiosa escolar, la ética implementada en los planes de estudio, por el poco análisis crítico de los diferentes modelos de organización política y económica, pues, parece ser que no responden a las demandas sociales, ni mucho menos permea para una "transformación" de las prácticas de exclusión e invisibilidad social. De allí que, sea imperativo revisar, cuestionar, indagar por las formas, métodos y sobre todo, los contenidos que se imparten en los diferentes centros académicos sobre la postura frente a diversas corrientes de pensamiento social. E igualmente, revisar otros polos de reproducciòn cultural, sobre el tipo de visión religiosa que se pregona; No es justo, ni sano que aún en pleno siglo XXI, la religión, las instituciones permitan y faciliten modos de pacificación que se promovían hace milenios-ojo por ojo, diente por diente-. Si nos atrevemos a practicar la máxima del movimiento de la ilustración, "atrevete a pensar", no debería causar temores en lo público, ni mucho menos en la vida del creyente, pues, es precisamente allí, en la búsqueda de la Verdad, donde la humanidad ha tenido una luz para revitalizar su existencia y transformar el mundo.
"Ánimo, no tengas miedo", nos dice aquel que asumió y comprendió el misterio de lo humano inmerso en esas pasiones sociales; en el conocimiento de la Verdad y en la comprensión de la misión que tenemos cada uno en esta tierra es que podremos humanizar las estructuras y generar vida en abundancia. Esta es pues, la tarea, pero que debe "secularizarse", es decir, transformarlas en categorías que permitan un diálogo fecundo con el mundo laico, para iluminar los caminos que nos lleven a recrear en nuevas formas de práctica y visión, esas tensiones necesarias y contradictorias. Así pues, ¿por dónde empiezas tu vida? ¿Qué te mueve? ¿Tiene sentido participar activamente desde tu vida de fe en la esfera pública? ¿Das razón de tu fe?