martes, 24 de enero de 2012

La tierra prometida en el país del despojo

Según los exégetas como Von Rad y Gustavo Baena, la teologìa del Pentateuco, particularmente del Génesis, se centra en el derecho y posesión de la tierra como un regalo de Dios. La tierra es bendición y condición para desarrollar todas las dimensiones del desarrollo humano. Y bajo estas premisas teológicas se analiza los escandalosos casos de robo de tierras en Colombia por parte de los actores armados ilegales. Según los medios e instituciones que investigan este fenómeno, existen diversas maneras de "legalizar" las tierras para favoreces a los poderes fácticos. Desde la compra amenazante a bajos precios, hasta el asesinato sistemático como una estrategia para aterrorizar campesinos y pequeños productores. Las consecuencias de estas prácticas, son inmediatas. Más de 3 millones de desplazados internos, asesinatos de líderes sociales, muerte de campesinos inocentes, y más de 4 millones de héctareas de tierra usurpadas.

Son inumerables los testimonios de cientos de campesinos que viven como indigentes en las principales ciudades del país; rostros de la injusticia y la inoperancia del Estado para proteger a sus ciudadanos. Si bien, en el gobierno de Santos se ha promulgado la nueva ley general de vìctimas, que es un hito en la historia del país, su operatividad, se ha visto diezmada por los poderes fácticos regionales, o como él lo llamó, "la mano negra" que interviene para no soltar millones de héctareas productivas. La situación se exaspera, cuando entra a operar la lógica de la "confianza inversionista" en la que desde la era Uribe, se ha presentado al país como una "salvación" y potencial de crecimiento para nuestra economía. Bajo esta lógica han entrado a operar diversas multinacionales asociadas a la producción tecnificada y extensiva de productos que demanda el mercado, como los biocombustibles; a su vez, rondan "generosos inversionistas" extranjeros que han comprado en diversas partes del país miles de hectareas para producir, según ellos, alimentos que sus paises demandan. Y a su lado, se establecen cientos de campesinos colombianos esperando un jornal o empleo en estas fincas productivas.

Cuando citamos la teología del Génesis, no justificamos un "derecho divino" para poseer la tierra. No entramos en esa tesis sionista para justificar la violencia contra los árabes, pues, en este aspecto, sabemos que rige más el juego de Washington para su geopolítica en medio oriente. Nos referimos más bien a la tierra dada a los seres humanos para su desarrollo; como un derecho social, individual bajo el esquema de la justicia y dinamismo comunitario que las mismas culturas ancestrales saben reconocer. Dios como creador del mundo, y quien nos hace partícipes por su kenosis o encarnación en su condiciòn divina, nos alienta a ser co-creadores y por tanto, la legitimidad de sacar frutos de la tierra para el bienestar y fuente de experiencia que vivifica el cuerpo y el espíritu que no trastoca ni en violencia, ni en ruptura de los tejidos sociales, al contrario los fortalece.

Tampoco se cuestiona las libertades e iniciativa privada para emprender proyectos productivos. Sabemos que es necesaria una economía que desarrolle libertades, pero también capacidades. Se critica, más bien, el "abuso" y el "efecto depredador" que tienen sus prácticas cuando sobrepasan las libertades y derechos de los seres vulnerables. Ese economicismo ciego que ve "negocios rentables" en las tierras fértiles de pequeños productores; o esa antropología etnocentrista que indica que los campesinos en su ignorancia no saben cultivar y que se necesita la inversión empresarial para generar desarrollo en la región. Esto en el papel es una premisa interesante, pero, cuando vamos a observarla en operación, nos encontramos con escenas lamentables. Pobreza alrededor, sueldos paupérrimos, salud y educación privatizada, masacres de campesinos, desplazamiento forzado financiado por multinacionales, en fin, escándalos sociales que reproducen las lógicas del feudalismo o economía colonial en pleno siglo XXI.

La tierra es un derecho ciudadano y un imperativo teológico. Pero, en el caso de la interpretación teológica, esta opera bajo el esquema de la justicia y la caridad como espacios que cohesionan la sociedad. No desde una justicia como la da el mundo, sino desde una antropología que revela en el rostro del otro la imagen del Padre. La tierra es para todos, no para unos pocos; la tierra se defiende como un derecho divino porque los seres humanos son creación de Dios, sagrados; y tienen primacía las víctimas. En ella descansa toda la lucha y la opción creyente para ejercer justicia. En ese clamor del despojado y que a gritos pide justicia, se revela el deseo de Dios de cambiar su situación de dolor. Y el que escucha ese lamento y reacciona como Jesús cuando contempla la multitud, cuando ve que tienen hambre, es digno de llamarse cristiano.

Estamos en un momento sin precedentes en la historia del paìs, y la teología tiene un papel importante para acompañar, denunciar la injusticia y proteger a las víctimas; pero no será posible sin una renovación en sus prácticas, métodos y formas de comprender la realidad, es necesario un "nuevo aire" que permita abrir los ojos para ser testigos del amor de Dios y opción por las víctimas. Parafraseamos estas ideas, unos ufanamos de participar en teologías liberadoras, de vivir un cristianismo renovado y de esperanza para el mundo; sin embargo, permea una pasividad, un conformismo y una denuncia desde los asientos, pareciendo que toda la cultura profética de los padres de la Iglesia latinoamericana no ha tenido seguidores en los albores del siglo presente; hablamos de teologías sin contexto, sin decisión, aún "pensando" la realidad" y no acompañando ni escuchando al otro, ni mucho menos operando para un "cambio" en las estructuras y condiciones que niegan sus derechos. Se tiene entonces, dos caminos, el ancho que nos lleva a mirar desde la ventana, o el angosto que desde una experiencia mística nos llevará a ser creíbles y portadores de una alternativa para transformar el mundo presente.

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