jueves, 17 de julio de 2014

La participación de las víctimas en el proceso de paz en La Habana Cuba

Ante los diálogos históricos en la mesa de negociaciones entre el Gobierno Colombiano y las FARC-EP, avanzan un paso gigante al convocar  representantes de las víctimas del conflicto armado. Según la unidad nacional de víctimas, existen más de seis millones de personas registradas y los datos de desaparecidos en cientos de miles, superan todos juntos los casos de las dictaduras militares del cono sur. Es por tanto, un imperativo, el cese del conflicto armado y visibilizar la voz de las víctimas, para que surja lo más importante, la no repetición, la verdad y la justicia para ellas, es decir las condiciones para el posconflicto, labor mucho más importante  y compleja, según los expertos, que la misma firma en la mesa de diálogos.


Sin embargo, según diferentes medios nacionales y algunas víctimas de las FARC-EP,  han mostrado la inconformidad o los sesgos entre los colectivos  que representan a las víctimas. Para las que han sido afectadas por parte de los grupos subversivos guerrilleros, indican que no existe un porcentaje importante de representación en la mesa de conversaciones y que solo predominan aquellas que se declaran "víctimas del terrorismo de Estado". En el fondo es la tensión y conceptualización que surge entre los llamados de derecha e izquierda, los que fueron afectados por las guerrillas y los que las autodefensas declararon "objetivo militar", o sencillamente, los que fueron "lamentablemente", muertos por las circunstancias de la confrontación, es decir, el 98% de las víctimas. Es decir, la problemática surge, en parte porque  aún cala el mito que fue expuesto en la agenda pública donde se indica que en Colombia "no existe un conflicto armado", sino un grupo terrorista contra más de 40 millones de Colombianos.  Para otros, realmente existe un conflicto armado, donde el Estado y los grupos al margen de la ley, han cometido crímenes de lesa humanidad.  Este escenario, evidencia una polarización que existe en el país, la eterna sindicación entre los que generan la violencia; los terroristas, según algunos, son los "paracos", que aun existen,  para otros los "farianos" o "terroristas".


Ante este panorama, sugerimos, dos modos de análisis para elegir a las víctimas que van a participar en el ciclo de diálogos en La Habana. Primero, es importante que la academia, los investigadores sociales, ayuden a definir lo que se entiende por víctima, conflicto armado, violencia, justicia, reconciliación, y otros factores que son importantes tener en cuenta y sobre todo la claridad conceptual, para que todos comprendamos el mismo discurso; Y, dos,  que las víctimas que sean elegidas, deben ir sin odio  y sin resentimiento, y lo más importante, sin el factor político, que lleva a tomar partido desde espacios extremos. Implica por tanto, víctimas o sobrevivientes sanos emocionalmente, con el ejercicio suficiente de discernimiento moral, y sin el efecto producido durante los últimos años del enemigo común, que generó nuevos chivos expiatorios, como los llamados falsos positivos, o jóvenes que terminaron asesinados por un grupo de militares colombianos, quienes los vistieron de guerrilleros, en una zona a más de 400 kilómetros de sus casas.




Lo decimos, porque históricamente, algunos que han sido víctimas, al ver la inoperancia del Estado, o por conveniencia política y económica, han buscado la justicia por sus manos, llevando a la escalada de violencia, que ha transformado a esa víctima en un victimario, a veces, más sanguinario contra sus semejantes.


Un punto de equilibrio es que las víctimas deben reconocer que la violencia, no es el fruto de un sector, sino que, en cierta medida, al exigir los derechos por vía armada, o fundamentar el statuo quo, contribuyen a alimentar las causas de los conflictos que llevan a la destrucción física y simbólica del otro o semejante. Hoy en día es evidente que la violencia no es sencillamente la lucha entre los grupos armados ilegales contra un Estado legítimo, sino que es alimentada por los modelos económicos que generan desigualdad social e inequidad, y a su vez, sostenida por un modelo de tierras donde predomina el estilo latifundista para megaproyectos industriales; también alimentan la violencia, la corrupción, los vínculos económicos con la industria del narcotráfico, pero especialmente, por aquella cultura donde se generan más víctimas en Colombia y son las victimizaciones horizontales, eso es, según medicina legal, en Colombia, la causa de muerte violenta no se produce por el conflicto armado, sino por riñas, atracos a mano armada, intolerancia o falta de cuidado por el otro, esto último, como ejemplo, el caso donde más de 20 niños murieron calcinados por la negligencia de un mecánico que en oficio de conductor, sufrió el incendio del bus donde transportaba a estos niños inocentes. Muchos ejemplos, pueden sostener estas estadísticas.


De allí que, hoy más que nunca, es importante el acompañamiento de la sociedad civil. Esto significa que debemos comprometernos en el proceso. Unas ideas sencillas pero poderosas pueden ser las lecturas, diálogos, informaciones oportunas y objetivas, contraste de información, participación en foros, debates, congresos, es decir, la participación activa como actores políticos. Esperemos que no continuemos como hasta ahora se percibe, donde el país de las víctimas, las injusticias y la realidad del desplazamiento forzado, no es Colombia, sino de otro mundo, ya que muchos ciudadanos (de ciudades) no conocen las realidades de la guerra, ni los costos sociales, emocionales y políticos de las víctimas. ¿Qué factores pueden incidir para darle la cara al otro que sufre y muere lentamente en el país del Sagrado Corazón y la democracia más antigua de América? Hoy hay esperanzas, existe realmente una posibilidad en que  construyamos un país donde nuestros hijos puedan vivir en paz, reconciliados y con justicia social.

¿Una Iglesia en crisis? Una humanidad, educación, cultura, economía y teología en crisis